La mujer y su lucha por la libertad han estado
ligadas desde la prehistoria.
Para nadie es un secreto que las bellas damas han estado dominadas como individuos por el género masculino hasta bien entrado el siglo 20. Incluso en la creación de los símbolos de la mayoría de las palabras, el plural al referirse a ambos géneros se pronuncia en masculino. A ellas la eterna conducta infantil de nosotros las ha ubicado en el plano inconsciente en un ser que nos erotiza y llena de placer, que nos enamora y cautiva con sus encantos pero sin implicar los mismos goces del placer sexual que nos producen. Inconscientemente muchos hombres atribuyen el deseo, la lujuria y el goce pleno de la sexualidad exclusivamente a lo masculino. Para nosotros el imaginar a las damas hablando de sexo es todo un misterio y especulación que incluso al sospechar que toman el tema con el mismo carácter masculino nos emociona pero también nos aterra (no nos caigamos a coba caballeros). La sexualidad definitivamente es el motor de la continuidad de la especie, pero también el narcótico de la felicidad en todo su espectro como el amor, el erotismo y la libertad. Ellas sienten igual que nosotros, ellas han conquistado el derecho de seducirnos con palabras y poesía, eso que hasta hace poco nos era exclusivo del arte de la seducción masculina y que en la época colonial le llamaban el "amor cortés" donde la mujer hermosa y silenciosa sólo se limitaba a escuchar los rítmicos discursos de su enamorado sin implicar su derecho al goce femenino de su sexualidad. Hoy día sospecho que ellas han conquistado este ritual de la seducción por los labios, ellas han tomado para sí la magia divina de conquistar con la palabra y disfrutar su sexualidad a plenitud. Perpetuar la especie ha sido su instinto y conquistar la libertad ha sido su historia, en ambas han triunfado (no en balde fue un hombre infantil e irresponsable quien inventó el socialismo científico que también ha sido combatido ferozmente por los encantos femeninos). Ya tenemos que escucharlas y dejarlas ser en su esplendor sexual sin juzgarlas, y entender que dejarnos seducir por sus melodiosas palabras de cantos de sirena nos pueden dar más placer que cuando sólo nosotros los hombres conquistábamos con la poesía. Cambiar la percepción de dominación masculina entre ambos géneros debe ser nuestro primer paso en la conquista por la libertad y la felicidad, no en vano una mujer es la madre de todos nosotros.
Para nadie es un secreto que las bellas damas han estado dominadas como individuos por el género masculino hasta bien entrado el siglo 20. Incluso en la creación de los símbolos de la mayoría de las palabras, el plural al referirse a ambos géneros se pronuncia en masculino. A ellas la eterna conducta infantil de nosotros las ha ubicado en el plano inconsciente en un ser que nos erotiza y llena de placer, que nos enamora y cautiva con sus encantos pero sin implicar los mismos goces del placer sexual que nos producen. Inconscientemente muchos hombres atribuyen el deseo, la lujuria y el goce pleno de la sexualidad exclusivamente a lo masculino. Para nosotros el imaginar a las damas hablando de sexo es todo un misterio y especulación que incluso al sospechar que toman el tema con el mismo carácter masculino nos emociona pero también nos aterra (no nos caigamos a coba caballeros). La sexualidad definitivamente es el motor de la continuidad de la especie, pero también el narcótico de la felicidad en todo su espectro como el amor, el erotismo y la libertad. Ellas sienten igual que nosotros, ellas han conquistado el derecho de seducirnos con palabras y poesía, eso que hasta hace poco nos era exclusivo del arte de la seducción masculina y que en la época colonial le llamaban el "amor cortés" donde la mujer hermosa y silenciosa sólo se limitaba a escuchar los rítmicos discursos de su enamorado sin implicar su derecho al goce femenino de su sexualidad. Hoy día sospecho que ellas han conquistado este ritual de la seducción por los labios, ellas han tomado para sí la magia divina de conquistar con la palabra y disfrutar su sexualidad a plenitud. Perpetuar la especie ha sido su instinto y conquistar la libertad ha sido su historia, en ambas han triunfado (no en balde fue un hombre infantil e irresponsable quien inventó el socialismo científico que también ha sido combatido ferozmente por los encantos femeninos). Ya tenemos que escucharlas y dejarlas ser en su esplendor sexual sin juzgarlas, y entender que dejarnos seducir por sus melodiosas palabras de cantos de sirena nos pueden dar más placer que cuando sólo nosotros los hombres conquistábamos con la poesía. Cambiar la percepción de dominación masculina entre ambos géneros debe ser nuestro primer paso en la conquista por la libertad y la felicidad, no en vano una mujer es la madre de todos nosotros.
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