Hoy estamos impactados por la magia de la
tecnología. Teléfonos inteligentes, Internet, etc nos hacen la vida más fácil y
la información y educación está al alcance de la mano para quien la necesite.
Sin embargo, a pesar de toda esta gama de opciones los seres humanos que
tenemos acceso a ella no hemos aprovechado su potencial al máximo. Seguimos
insistiendo en componer el mundo partiendo de posturas ilógicas e irracionales
que por muy altruistas que se vean y suenen terminan enredando y –lo más grave-
distorsionando el orden natural, espontáneo y lógico de la vida en común.
Seguimos insistiendo en al altruismo canalizado por el estado y sus gobiernos
de turno pero a la vez criticamos el abuso de poder y la tiranía. Esto último
es la contradicción e ironía más lamentable que observo por estos días. Apostar
por un político que se plantee el bien común por encima del bien individual es
lo que siempre ha ocasionado miserias y distorsiones económicas que a la postre
son criticadas por aquellos que apostaron por el bien común y delegaron
semejante incongruencia en esos políticos que con “fatal arrogancia”
insistieron en salvar las patrias y hasta el mundo. Y la ironía de esto es que
todo aquel que apuesta por el voluntarismo y altruismo tiene acceso al
internet, en cuyo océano se pueden encontrar análisis lógicos y científicos que
demuestran la ineficiencia de la buena voluntad de un gobierno al plantear
políticas de repartición de las riquezas y el bien común. Todavía existe la
superstición de que el estado es un lugar sagrado donde el que llegue a
ejercerlo tiene los poderes mágicos de repartir y multiplicar los peces para
todo el mundo. Y allí está internet, con sus libros de historia, con sus clases
de economía política y sobre todo con la información de los desastres
económicos del mundo y sus consecuencias para la gran mayoría. Y es lamentable
porque a pesar de tener toda esta información disponible (por lo menos a dos tercios
del planeta) no podamos aprovechar y despertar del sueño inútil de creer que
los sueños ilógicos puedan hacerse realidad. “La fatal arrogancia” de quienes
creen poder arreglar al mundo con políticas y recetas violentando la libertad y
el orden espontaneo de las valoraciones subjetivas de los seres
humanos nos conducirá cada día a un mundo peor, donde las miserias y conflictos
seguirán consiguiendo culpable a la libertad de elegir y a eso que la escritora
ruso americana Ayn Rand asertivamente llamaba “La virtud del egoismo”.
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