Vale
la pena seguir andando, vale la pena no perder la fe en volver a encontrar el
camino de la belleza y el encanto de lo perdido. Ya en medio de la oscura crisis que te pierde
en un abismo y casi en la tristeza de un llanto solitario la presencia repentina
y fugaz de diosas con su belleza y encantos nos regresan a la magia de una
mirada hermosa, al sublime rostro seductor que entre luces de la noche panameña
me encendieron como un mechero el deseo de vivir y seguir corriendo entre la
gente. Porque esa presencia fugaz la siento mía, esa presencia fugaz la
conquisto en mis sueños privados y mi mundo interior. Yo me dedico esa mirada,
yo me regalo ese saludo distante para hacerme feliz en la esencia de ese ángel
con rostro femenino y su andar de reina
que entre el bosque improvisado por el
genio de algún artista de los detalles citadinos complementó la imagen cargada
de ilusión que me produjo la sensación necesaria para saber que allí, en la distancia,
alguien te puede esperar para seguir regalándote sueños. Que linda noche y madrugada solitaria me regaló
esa presencia efímera y oportuna, que utópica la sensación divina de ese ángel que
apareció un instante entre sus encantos y mis sueños.
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